Café sin azúcar

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-¡Vaya! pensé que no llegabas, -lo saludaba, con cierto veneno en las palabras, disimulando su aburrimiento tras haber esperado un buen rato.
-Es que no te imaginas el tráfico -Una total mentira, su retraso como siempre era obra de su irresponsabilidad y desidia, una vez más no había hecho previsiones de tiempo; y sin mayor pena se acerco y se sentó a la mesa- Estaba tremendo, un caos, y los camiones.
-Sí, me imagino -Era tan mala la mentira que era creíble.
-¿Qué tomas? -Mala elección de palabras, pero sus ganas de no parecer fuera de tono lo superaron.
-Un capuchino, mientras te esperaba -No perdió la oportunidad de soltar una ligera ponzoña- Pero, vamos a pedir algo de comer que ya hace hambre.
-Sí, como que ya va siendo hora -Una sonrisa disfrazada, que aceptaba su indefendible retraso.
-Bueno, deja que vea una mesera, y ya pedimos.
-¿Sabes qué?, creo que voy a dejar de fumar. -Esa misteriosa forma de querer hacer platica; cosas que nadie pregunta, temas sacados de la manga, casos que a poca gente le interesa; que sin embargo lo hacen sentir que es un buen conversador- Mi hija me pregunto que porque fumo. Y me agarro en curva, no le pude contestar de inmediato, y ya que reaccione le respondí pura tontería. Ya sabes, siempre tienes ensayada la respuesta, la verdad, esa sensación de tranquilidad, ligeresa y relajación que te hace la nicotina, y el sabor, serio, sobrio y así medio maderoso... pero me hizo pensar que realmente no es verdad, que son mentiras para justificar un habito adquirido y no elegido.
-¿Sí? -Encontraba alivio en la mesera que ya estaba junto a la mesa en respuesta a su brazo alzado.

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