La prolífica carrera de un artista.

Ahora mismo, mientras recordaba el por qué me gusta dibujar, vino a mi mente el inicio de uno de los libros más maravillosos que he leído, El principito.
El Principito

A diferencia del buen de Saint-Exupéry, que se vio obligado a estudiar Geografía y demás ciencias aburridas, aunque muy importantes, de los adultos, dejando de lado una prolífica carrera como dibujante; yo tuve la suerte de ser animado por los adultos de mi rededor a seguir dibujando.

Y tenían razón mis adultos, animándome a base del talento nato demostrado en rotundas piezas de arte, como lo fueron hombres abstractos, representados en lineas y circunferencias (vulgarmente conocido como palitos y bolitas) de tal calidad surrealista y emblemática que se escapaba al alcance de maestros del expresionismo.

Así, poco a poco, motivado por el talento innato de quien puede abstraer la belleza del mundo en unas cuantas líneas, me fui volviendo el gran artista dibujante, y filosofo, en el que hoy estoy convertido. De tal éxito cósmico, que mis más grandes obras se coleccionan en una galería privada y exclusiva, disponibles sólo para mí.

Pero, no lo escribo por presumir, aunque tal talento es inocultable. Lo que pretendo es llevarlos a vivir a base de vivir sus talentos, de maravillarse de lo que son capaces; aunque elijan alejarse de la fama banal y superflua como lo he hecho yo, pero ante todo que elijan vivir felices.

Les doy permiso de tomarme como modelo a seguir.





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