Trascendencia

Doña Georgina se despierta siempre temprano. La costumbre se ha arraigado mucho en ella, le resulta imposible dormir hasta después de las 10. Una vida de rutina y horarios que se ve grabada en su organismo.

Desayuna algo, dependiendo de que tan desganada esté para prepararse algo, ya sea cereal o huevos, o a veces del refrigerador toma algo, sin siquiera estar en un plato (pedacitos de queso y salchicha que se come así, sin mayor ceremonia).

El televisor lo prende desde que sale del cuarto, un poco de acción de fondo para una vida sin grandes ruidos propios.

A veces viene su hija para llevarla al médico (la rutina que parece darle variedad a lo cotidiano). Esa misma hija es la que se encarga de mantener el refrigerador lleno, aunque casi siempre lleva comida ya lista cuando se queda a comer.

Se acomoda en su sillón y ve las novelas de la tarde, conflictos familiares expuestos y la puesta en escena de supuestas vidas reales. De pronto son casi las 7, no se había percatado lo mucho que había pasado en esa posición.

Como todos los días, puntualmente a las 7:20 de la tarde, enciende el aire acondicionado de su habitación, se acuesta para poder ver el televisor más cómoda antes de caer dormida, con la luces apagadas.

Si a caso se parará de la cama para comer algo antes de dormir, puede que tenga algo de ganas de preparar algo o puede que no, y repita como cena el mismo desayuno glamoroso.

Se quedará dormida con el televisor programado para apagarse a las 11 y media. Y así seguirá doña Georgina día tras día, imposible saber si es consciente de ello o no, hasta que la muerte se la lleve.

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