HABLAR DE ARTE (I): ¿LÍMITES?

Quizá hemos desgastado algunas palabras, como zapatos viejos. 

La trahison des images (Magritte, 1929)



Se ha declarado la muerte del arte tantas veces que se antoja inútil pretender delinearle como algo que vive o no. Quizá lo que se declara en cada momento es, en realidad, la sensación de dejar atrás, de alguna forma superado, el concepto prevaleciente de lo que se entiende por arte, o lo artístico, hasta ese entonces particular. De algún modo se gana poco con decir esto es arte y aquello no si no hay quien tome en serio lo dicho.


The matter of Time (Richard Serra, 2005) | Foto propia

Ahora bien, si nos situamos en la lógica del absurdo existencialista, en realidad toda tarea es esencialmente intrascendente para la eternidad; y sin embargo importa que nos importen las naderías, toda vez que ayudan a abrazar la existencia o rechazarla, sortear una angustia que se percibe inherente a la consciencia (habrá que regresar a esto más tarde). Así, lo artístico –y sus límites– como expresión inseparable de la vida humana demanda pensarle aunque no necesite en sí de esto para ser. (Primero está el fenómeno, luego su descripción)


The matter of Time (Richard Serra, 2005) | Foto propia


Valdría la pena preguntarnos si no hemos usado tanto ciertas palabras al grado de agotar y diluir los conceptos que representan, o representaban. Es una cuestión elemental que los idiomas cambien, que dejen de ser incluso uno solo para dar origen a otros. Del mismo modo los orígenes directos de algunas palabras han dejado de ser su significado en los procesos históricos de la humanidad. Hace mucho que la palabra éxito en el castellano contemporáneo dejó de ser “exitus” (salida o resultado), aunque en inglés conserva su origen etimológico la palabra exit; sólo por poner un ejemplo.


Hoy en día, en medio de una pandemia mundial (como referencia temporal), la conceptualización de lo artístico parece depender del trasfondo de los individuos que le nombran. El circuito del mercado rentable e institucional del arte presenta como arte trabajos que las mayorías humanas cuestionan si es que pertenecen o no a esa categoría.


No todos pensamos en lo mismo cuando decimos arte. Quizá la idea primera, cuando se nos presenta esta palabra sin estar inmiscuidos en el circuito mencionado, es la de imaginar pinturas, esculturas, y alguna otra cuestión visual. Dependiendo del grado de inmersión y contexto de un individuo, esta invocación es la escritura, la música, el teatro, el cine y otras disciplinas multi sensoriales. Y así, conforme se trate de personas más y más interesadas en el mundo de “lo artístico” podemos llegar a formas u objetos de expresión o exposición que difícilmente podrían ser asumidos como “arte” para las mayorías.


Tal vez ya hemos agotado la capacidad del símbolo: podría ser que la palabra arte ya sea obsoleta. Es decir, hemos rebasado a un concepto que no da abasto a los horizontes a los que se le ha llevado. Y esto no es necesariamente algo escandaloso (ni bueno, ni malo, ni de ningún tipo de subjetivación subordinada a esas categorías). Estamos ante una disyuntiva que podría ser reducida a un par de alternativas: 


  1. Asumir que la palabra es sólo un vehículo de significación, al cual se le ha rebasado y trascendido su origen estricto, por lo tanto el significado que transporta ya no es uno o el primero. Ha habido una sucesión de paradigmas para hacer uso de la esencia aparente del concepto, o lo que se cree que es en cada momento. Dicho de otro modo: abandonar la búsqueda de clasificación universal, limitarse a describir el fenómeno hasta donde está y no imponerle reglas de algún dogma específico. O una que siempre termina por descartarse:
  2. Entender a la semiosis del concepto en conflicto con la amplitud emergente constantemente como un limite lingüístico más que conceptual. Una demanda lingüística que aún no ha sido atendida; una demanda como la tuvo que haber en el desarrollo del habla –para referirse a objetos o situaciones nuevas–.
    Es decir, observar al símbolo como insuficiente para lo que se quiere decir; observar que las discusiones teóricas y dogmáticas entorno a dónde establecer los límites de «lo artístico» no son más que pugnas por hacer uso del mismo termino para referirse a cosas distintas en lo esencial, y por lo tanto son narrativas desde el partidismo.


Algunas actrices académicas quizá lo han dicho con mayor tino. La maestra Silvia Gago (profesora de la Facultad de Diseño y Comunicación de la Universidad de Palermo, Argentina) en su ensayo Los límites del arte (2008, Cuadernos del Centro de Estudios en Diseño y Comunicación, Facultad de Diseño y Comunicación, UP; BA, ARG) explora esta cuestión de lo difuso de la existencia de límites en lo artístico, particularmente en el identidad artística latinoamericana contemporánea. Podría decirse, de forma simplista, que la propuesta de Gago va más cercana a la alternativa A) Describir el fenómeno sin la intención latente de especificar reglas para que algo sea, aunque sí con la de incluir practicas amplias dentro del termino.


En otra geografía, la maestra Ana María Martinez de la Escalera, en su cátedra de estética en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, propone constantemente –sin señalar como única alternativa– el escenario para un término más particular para las expresiones creativas que se escapan la idea lingüística de la palabra Arte. Es decir, para fines argumentales, se podría decir que su cátedra transita en la propuesta B) El entorno contemporáneo en realidad presenta creaciones no inscritas en este símbolo por lo que «A estas obras les llamamos arte a falta de una mejor palabra» (como podría escuchársele decir en un momento de la interpretación de los textos de Walter Benjamin para los escenarios actuales).


Evidentemente siguen existiendo esfuerzos por señalar algún límite o presumir su existencia; más que despreciable podría parecer producto de la demanda de la mente euro occidental “cartesiana” de poder contener en categorías el entendimiento de algo que percibimos; no que esto sea negativo. Por alguna razón, un denominador común en autores ibéricos que he leído al respecto de este tema [énfasis en la experiencia personalísima] es el recurrir a las categorías artísticas del periodo ilustrado colonial y algunos ajustes menores para incluir expresiones no previstas. Un ejemplo podría ser el de Noe Ajo Caamaño (2015, https://www.researchgate.net/publication/292962176_Los_limites_del_arte ); donde la tentativa de ver límites gira en torno a las categorías como medio de entendimiento [insisto en que esto no es malo per se] aunque se concluya en que el concepto aborda una dimensión de consenso subjetivo por encima de conceptualizaciones comunes.


Quizá es interesante apelar a, más que delimitar para decir qué es y qué no es lo artístico, observar y recrearse en los puentes que unen a las expresiones que son llamadas artes por diferentes grupos; es decir, tratar de ver si existen algunos rasgos comunes en esas conceptualizaciones. [Yo pienso que sí, pero será para una siguiente entrada]


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Relieve en vestigios de Yaxchilan, CHI.



El tema da para más, lo siguiente debería ser observar la historia de lo artístico: es posible enunciar que el concepto ha mutado –como tantos otros en el proceso del habla y los idiomas– desde su concepción al día de hoy. Quizá una aclaración importante al respecto radica en la palabra en cuestión desde su proceso histórico-político: donde se pueden observar las dinámicas de poder e ideología que le han construido. Antes de que los griegos dieran cuenta del ars tekné, habría que pensar que ya existía la idea de lo artístico, o por lo menos lo creativo. Y aún después de que esta palabra permeara en el mundo euro occidental se asume que otras lenguas y otras culturas entienden una idea similar o incluso compartida; aunque resulta intrigante imaginar expresiones creativas o estéticas de otras visiones del mundo que no lo nombran con un concepto como el euro-occidental.


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Me detengo porque ya es un texto largo. A modo de efectividad, esta es la primera de una serie de publicaciones al respecto de lo artístico que me tengo en el tintero desde hace varios años. 

De ser un solo texto sería quizá abrumador, por eso mejor seccionarlo en varios más digeribles; a modo de orden, este termina por ser el primero, aunque lo que más me interesa de la seria aún debo editarlo para que quede más sucinto y menos pretencioso. [como si]

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